FILOSOFÍA GRIEGA, DEL MITO AL LOGOS

FILOSOFÍA
 
La filosofía griega nace con las primeras reflexiones de los presocráticos, que se centran en la naturaleza; teniendo como base el pensamiento racional o logos. El objetivo principal de los filósofos presocráticos era encontrar el arché, el elemento primordial de todo. La búsqueda de una sustancia permanente frente al cambio, de la esencia frente a la apariencia, de lo universal frente a lo particular se convertirá en la base que asienta futuras explicaciones filosóficas.

Escuela de Atenas, por Rafael (1512)


Del mito al logos
 
Cuando en Grecia se crearon las escuelas y las academias, éstas se convirtieron en los instrumentos necesarios para el progreso del saber y para la transmisión de su herencia espiritual a todo el mundo. Su filosofía, su ciencia y su cultura pudieron así ser legadas a Occidente.

El logos –razonamiento, habla- había conseguido desarrollar en este siglo, no sólo la filosofía, sino también otras disciplinas como la retórica. Por oposición a este logos, relacionado con lo humano, aparece el concepto de physis –naturaleza-, con sus leyes inmutables que no pueden ser cambiadas por factores externos.
 
La evolución de la filosofía en este siglo empieza a desprenderse de esos preceptos de la escuela milesia de Jonia,  centrada únicamente en el cosmos y el origen constitutivo de las cosas. Las primeras reacciones vienen con los filósofos Parménides, y su escuela de lo “inmutable”, y su polo opuesto, Heráclito, donde todo se mueve y nada permanece. Dos caras de una misma moneda que ya  anuncian esa ruptura con las tradiciones anteriores.
  
Con los pitagóricos llega realmente una ruptura, ya que su filosofía viene a centrarse en el comportamiento ético del hombre y la preocupación por la purificación del alma. El hombre empieza a ser el centro de la filosofía, y ya no solo el hombre, sino este en sociedad. Esto trae consigo la aparición de los sofistas, los primeros “profesores de la historia”, que se dedicaban a la enseñanza de una élite que buscaba el triunfo en la vida pública y social a través de la oratoria y la retórica. La oratoria se desarrolló enormemente gracias al impulso dado por estos filósofos, puliéndose un estilo bello y poético que servía para convencer al público y encandilar a los ciudadanos. Oradores como Antifón, Lisias o Isócrates se dedicaron a este negocio de la oratoria, pero será Demóstenes el más famoso de todos ellos. Como reacción a estos métodos, aparece la figura de Sócrates, persona que con una método dialéctico buscaba la moralidad y la justicia en todas las cosas: “Sólo sé que no sé nada”, auténtica reflexión que cargaba contra los sofistas y su saber “enciclopédico”. Finalmente fue condenado a muerte por corromper a la juventud ateniense, suicidándose con cicuta antes de que fuese ejecutado.
 
Las dos figuras más relevantes de este momento fueron Platón (discípulo de Sócrates) y Aristóteles. 
 
Platón: En busca de la belleza de las cosas.

La creencia de Platón en las ideas está asociada con su pasión por las definiciones, pues ambas se basan en la convicción de que actos y conceptos hermosos tienen algo en común.
Según Platón, todos forman parte del ideal de la belleza. Aunque un atardecer hermoso parezca distinto de una demostración matemática soberbia o de un joven atleta igualmente atractivo, lo que une a todos estos elementos es más fuerte que lo que les separa. Quizás la mejor manera de entender la relación existente entre apariencia y realidad, según la visión global de Platón, se encuentra en el contexto de las matemáticas.


Aristóteles: El emprendedor.


Discípulo más brillante de Platón, fue el fundador del conocimiento científico en Atenas, el Liceo. Para éste, la fuerza dinámica del cambio tenía mucho que ver con el disfrute de la vida mental. El movimiento en pos de un determinado fin u objetivo es lo que, a su juicio, constituye la fuerza rectora de la vida. Según el filósofo, sólo el primer motor había creado el universo en consonancia con los fines que perseguía; el primer motor no era movido por nadie. En definitiva, este primer motor, era Dios.



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